En informática ya hace mucho tiempo que estamos acostumbrados a lo que un amigo llamaba «la palabra del mes», o los anglosajones denominan un fad o hype. Cosas del marketing, que siempre necesita algún concepto talismán para atraer la atención del público. En esta categoría podemos encuadrar modas como el big data, el fintech, la digitalización (sea lo que sea), e incluso la nube. Conceptos tan difusos que en realidad nos sirven para cualquier cosa. No hay más que hacer un inventario de todas las que han aparecido en los últimos años para quedar en el olvido en apenas unos meses.
Un profesional informático no verá detrás de estos conceptos más que lo que ha habido siempre desde que se construyeron las primeras CPUs: procesadores, memoria, almacenamiento masivo, y líneas de comunicación. Cambian las formas, pero no hay nada nuevo bajo el sol.
Y dentro de estas modas, la última están siendo las criptomonedas y la tecnología en que se basan, el blockchain. Simplificando un poco, es un mecanismo de autenticación distribuido en que la validez de un «elemento» (que puede ser lo mismo una moneda que un documento contractual) puede ser comprobada por cualquiera de los participantes en la red (nodos) en base a las relaciones con otros elementos, las cuales son públicas. De esta forma, se pueden garantizar tanto el anonimato de las transacciones como su veracidad sin necesidad de recurrir a un sistema centralizado con altas medidas de seguridad.
Centrándonos en las criptomonedas, de las que las más conocidas son el Bitcoin y algo menos, el Ether, no cabe duda de que se han convertido en un tema caliente, principalmente debido a las altas cotizaciones que está obteniendo el BTC. Y es lógico que cuando algo sube de precio (sea lo que sea), atraiga a los inversores.
Pero desde el punto de vista técnico, las criptomonedas plantean muchos inconvenientes. Que básicamente se pueden reducir a uno: el desmedido consumo de recursos que requieren.
Efectivamente, si quieres tener un cliente bitcoin en tu PC o servidor, es necesario instalar el software adecuado (o «monedero»), y lo primero que hará es sincronizar su blockchain local con la de otros nodos próximos. Eso va a suponer una buena cantidad de espacio en disco duro, consumo de CPU, y de comunicaciones. No sólo la primera vez, ya que necesitará actualizarse periódicamente. Y la tendencia es a consumir cada vez más, al haber más bitcoins en circulación, más transacciones, y más usuarios.
Seguramente nos habremos preguntado de dónde salen los “bitcoins”. Es muy sencillo: Al igual que los metales preciosos, de la minería. Pero una minería un tanto particular. Para evitar que se puedan generar criptomonedas libremente, el estándar impone que deban ser validadas por medio de algoritmos de alto coste. Es decir, para generar un bitcoin se deben atacar problemas matemáticos que sólo se pueden resolver por medio de fuerza bruta (lo que se llama «prueba de trabajo») y requieren mucho tiempo de CPU para dar con una solución.
Bitcoin cambia constantemente las reglas del juego de forma que sólo se pueda añadir un nuevo bloque cada 10 minutos, haciendo que sea necesario más esfuerzo si hay muchas «granjas» generando bitcoins a la vez. Se estima que en Junio de 2017 dedicaban a generar bitcoins unos 500 MW (la capacidad de una central térmica mediana, o la necesaria para unos 325.000 hogares). El consumo total de energía de la red Bitcoin se estima en unos 30 TWh/año. A continuación tenemos a Ethereum, que consume en torno a 10 TWh / año (la “T” es de Tera). Para ponerlo en perspectiva, es equivalente a todo el consumo energético de Chipre. Otra comparación es que una simple transacción de Bitcoin tiene una huella de CO2 equivalente a conducir un Hummer durante 200 Km.
Normalmente, la generación se hace construyendo «granjas» de servidores dedicados en exclusiva a generar criptomonedas. Cientos, o miles, de máquinas que no hacen nada más que machacar números, probando combinaciones incesantemente para dar con hashes válidos. En busca de mayor eficiencia, se ha desarrollado software que utiliza la tarjeta gráfica e incluso se han diseñado chips específicos para esta tarea.
Con eso lo que se ha hecho es poner un precio a la capacidad de cálculo de todo ordenador que pueda ser potencialmente utilizado para extraer bitcoins. Incluido el tuyo de sobremesa, y hasta tu móvil. No es broma. Recientemente se ha descubierto que hay varias apps que, sin tu permiso, aprovechan el procesador de tu smartphone para poner su granito de arena en la minería del bitcoin. Por supuesto, en beneficio del desarrollador de la app.
Lo mismo ocurre con páginas web que incorporan scripts para minería. Si notas que el ventilador de tu portátil sube de vueltas al descargar una determinada página, es muy posible que alguien lo esté utilizando para extraer bitcoins. Recientemente se ha descubierto una red organizada para estas actividades. Que no son ilegales, pero tampoco parecen muy éticas.
La conclusión es que el modelo de las criptomonedas no es escalable ni sostenible. Si con un uso que aún es relativamente marginal llegamos a estas cifras, al hacerse más populares la situación no haría más que empeorar. Esto se vería agravado por el modelo matemático que siguen: al existir más nodos y más usuarios, el coste computacional de las transacciones aumenta de forma exponencial, al tener que replicarse en un número creciente de máquinas. Lo mismo ocurre con el tráfico de datos: las criptomonedas siguen un modelo P2P (al igual que otras redes como BitTorrent) y eso hace que cada nodo conectado necesite bastante ancho de banda (de subida y de bajada) para sincronizarse con otros nodos. Y también con la «minería», al subir el coste de cada nueva moneda en proporción al número de las ya existentes.
Según muchos expertos, nos encontramos ante una burbuja económica que puede explotar en cualquier momento, por una razón o por otra. De hecho, en el momento de escribir este post ya ha caído a los 13.500 USD desde su máximo de unos 20.000, aunque todavía no se puede considerar como un “crash”. Todavía hay otros escenarios posibles, como que llegue al punto de colapso tecnológico, porque se realice un fork descontrolado (una especie de clonación, que haría perder valor a las monedas existentes), o porque los gobiernos decidan controlarlo, con lo que perdería gran parte de su atractivo.
En resumen, cuando hablamos de economía, siempre se cumple aquello de que tienes lo que pagas, lo mismo en el mundo digital que en el real.