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Apuntes de un informático

WordPress y el alojamiento gestionado

Una historia como muchas

Juan quería una web para su empresa. La plataforma elegida había sido WordPress, la elección obvia para este tipo de trabajos. La encargó a una empresa de diseño web, y desde luego que había quedado bonita, porque son unos ases del diseño, pero la parte técnica no la tenían muy controlada y a eso del alojamiento no le prestaban demasiada atención. Ahora tenía que buscarle un «hogar», pero después de haber invertido bastante tiempo y dinero en el desarrollo, Juan buscó un alojamiento de lo más barato, de esos por unos pocos euros al mes. Total, parece que funcionan bien y son todos iguales ¿no?

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Llegó el día del estreno y Juan lanzó una campaña en AdWords, Facebook, y hasta en trípticos impresos. Esperaba una oleada de visitas, y con impaciencia veía en Analytics cómo subía el número mágico de visitantes simultáneos. Pero al poco tiempo recibe la llamada de un posible cliente: «Oye, que quería apuntarme a la promoción, y vuestra web no funciona». Efectivamente, la abrió en el navegador y nada. Tras unos eternos segundos, apareció un error, algo de TIMEOUT. ¿Cómo podía ser, si antes lo había comprobado todo y funcionaba perfectamente?

Lo ocurrido es en realidad bastante sencillo: el alojamiento se había quedado corto. Funcionaba bien si sólo se conectaban desde la oficina y eventualmente algún amigo que estaba ayudando con las pruebas. Pero cuando varias decenas de usuarios entraban a la vez, comenzó a ralentizarse de forma apreciable, hasta que al final quedó completamente bloqueada. Por otra parte es lógico: si tenemos asignada una determinada capacidad y recursos, al repartir entre más usuarios tocan a menos.

Los vecinos molestan

En las características del alojamiento se indicaba que era compartido. Ya en Barrio Sésamo decían aquello de que compartir es bueno, pero en este caso parece que no es de aplicación. El alojamiento compartido significa que en el mismo servidor físico, -un ordenador como el que tenemos en casa, sólo que más feo y en teoría más robusto para funcionar 24x7x365-, pueden estar alojadas muchas webs. Si alguna de ellas está teniendo muchas visitas, necesariamente hará que el resto (entre ellas la de Juan) vayan más lentas. Puede que incluso mucho más lentas. Y no es fácil saber quienes (ni siquiera cuantos) son tus vecinos.

Peor aún, además de compartir servidor, Juan está compartiendo su dirección IP. Es ese grupo de 4 números que habrás visto en muchas ocasiones -como por ejemplo 216.58.211.195- y que es algo así como el número de portal de una casa. Es único, pero «dentro» puede haber muchos vecinos. Como no hay demasiadas direcciones libres, y son un recurso algo caro, muchos proveedores de alojamiento empaquetan cientos o incluso miles de nombres de dominio (sitios web, simplificando un poco) dentro de una misma dirección. Eso no es bueno. Sin saberlo, estaba compartiéndo su IP con otras webs de dudosa reputación, infectadas de malware y cosas peores, lo que hizo bajar su posicionamiento en los buscadores. Afortunadamente, hay herramientas de uso muy sencillo, como robtex.com, con las que se puede saber quienes son tus «compañeros». Puede que te lleves alguna sorpresa.

Será por dinero

De todas formas, parecía que el problema se puede resolver pagando un poco (o más de un poco) más, y Juan contrató el siguiente plan, que era un VPS (servidor privado virtual). Después de unas horas migrando la web, ya tenía su propia máquina. Aunque tampoco estaba seguro de haber acertado en la elección entre todas las variantes que había: desde 2 cores hasta 8, desde 1 GB de memoria hasta 16… Por lo menos, ahora parece que la web va bastante más ligerita, incluso con muchas visitas (dentro de un orden, claro). Pensándolo bien, quizás habría servido con el modelo inferior, porque total, la mayor parte del tiempo no hay visitas: el tráfico se concentra en las horas punta y en las campañas… pero a ver quién se pone ahora a migrar otra vez.

WordPress hace de las suyas

Juan llevaba unas semanas, o incluso meses, sin ningún problema. Pero una mañana WordPress se actualizó él sólo y ahora aparece un aviso de que quiere PHP 7. Si no se lo pones amenaza con todo tipo de calamidades. No tiene buena pinta, decididamente. ¿Y ahora cómo se actualiza el PHP ese? Hay que entrar en el servidor y teclear una serie de comandos cabalísticos, según dicen en stackoverflow. Para eso hace falta un programa de terminal SSH, algo así como aquello de Matrix. Además, parece que si se actualiza PHP también hay que actualizar apache (¿esos no eran los indios?) a la versión 2.4. Esto ya es demasiado. Juan intenta llamar al servicio técnico. ¿Llamar? El único teléfono es para contratar más servicios y otros temas comerciales. Pero hay un enlace por ahí para abrir un ticket de soporte. Lo hace, intentando explicar el asunto lo mejor que puede, y mientras espera que contesten, pues a otra cosa.

Si funciona, no lo toques

Porque no falta trabajo: Juan quiere instalar aquel plugin tan simpático que ha visto en la web de la competencia. Parece fácil. Lo sube por FTP, lo activa, lo configura y ya está. ¿Qué puede salir mal? Ya lo ha hecho cientos (bueno, un par) de veces.

Pues algo ha salido mal. La página se ha caído completamente, y sólo aparece un mensaje que dice «Server Error: 500». Esto tiene muy mala pinta. Ni siquiera puede entrar en el escritorio para desactivar el plugin. Menos mal que ya han contestado los del soporte, aunque sea sólo para decir que eso es un problema de administración del servidor y cae bajo la responsabilidad del cliente (vaya, efectivamente lo decía en la letra pequeña del contrato). Así que Juan pierde cualquier esperanza de que le arreglen lo de WordPress.

Help!!!

La web lleva caídas unas horas, y la situación empieza a ser dramática, por lo que al final acaba llamando a una conocida consultoría. Les da el acceso, y en media hora está todo resuelto, aunque le recomiendan encarecidamente no utilizar el plugin de marras. En fin, es lo que tiene WordPress: hay todo tipo de extensiones y además gratis, pero a veces la calidad deja mucho que desear. Les comenta lo del PHP, y con mucho gusto le pasan un presupuesto para realizar la actualización y optimización del servidor, que equivale a varios meses de alojamiento… en fin. Uno de los empleados se ha pasado la mañana llamando a varias empresas a ver si alguien lo hace más barato (sus horas parece que no valen nada), pero sin mucho éxito, así que se lo encarga a los primeros, que por lo menos han demostrado que trabajan bien.

Por fin parece que las aguas han vuelto a su cauce, pero a Juan le ha quedado un cierto sentimiento de inseguridad. ¿Cuanto durará la calma? ¿Funcionará todo bien en la próxima campaña?

La solución: el alojamiento gestionado

Así que tras darle muchas vueltas, decide contratar un servicio de alojamiento gestionado. La idea es en realidad muy sencilla: un sólo proveedor se encargará no sólo de buscar el alojamiento idóneo para su web y de realizar la migración, sino también de chequear la existencia de errores, mantener actualizado todo el software del propio servidor y WordPress con todos sus abalorios. Y de mantener un ojo vigilante monitorizando los parámetros y las prestaciones de la web por si se produce alguna incidencia. Además, para todas esas pequeñas modificaciones, mejoras y retoques que le gustaría hacer de vez en cuando se incluye una bolsa de horas mensual.

El resultado es que ahora tiene un equipo dedicado a velar por la salud de su web y puede olvidarse de toda la parte técnica para centrarse en su negocio. Y por mucho menos de lo que le costaría el alojamiento más todas las intervenciones necesarias si las tuviese que encargar una por una.

Alberto López Navarro

Ingeniero informático, apasionado desde la era de los videojuegos de 8 bits por cualquier aparato que se pueda programar. Sigo asombrándome por las últimas novedades en este campo, pero sin creerme todo lo que cuentan...