Hace muchos años, en una capital de provincias de un país no muy lejano (puede que este mismo) solamente había dos canales de televisión, media docena de emisoras de radio, un par de periódicos locales y otros dos o tres nacionales (la prensa «de Madrid»). Añadamos a la mezcla unas pocas revistas especializadas, los magazines rosas y de cotilleo, y obtendremos el panorama mediático al que se encontraba expuesto un ciudadano medio. Eran los tiempos en que los lunes en clase se hablaba de la película del sábado… porque sólo había una.
Más adelante aparecieron las televisiones privadas, toda una revolución. Eso trajo una cierta polarización de la sociedad. Dime qué canal ves, y te diré cual es tu orientación política/social y hasta tu estilo de vida.
La web 1.0
Llegamos al siglo XXI y finalmente Internet hace explosión. De ser un instrumento esotérico únicamente al alcance de Universidades y centros de investigación pasa a estar en el centro de la escena, aunque todavía era un fenómeno incipiente, casi una curiosidad. Nos encontramos aún en la época en que Google estaba reemplazando a Altavista, Yahoo era el no va más, los foros temáticos bullían de actividad, la versión online era un añadido a la prensa de papel, YouTube «emitía» una sucesión irregular de imágenes granulosas donde la imaginación hacía la mayor parte del trabajo, y a Gmail se accedía por http (sin la “s”). Parece la prehistoria, pero no hace más de diez años que el mundo era así. Fuera de la red también había vida: llega la TDT y con ella el número de canales aumenta exponencialmente, más o menos en la misma proporción en que disminuye la calidad de sus contenidos.
..y la 2.0
Adelantamos el reloj unos años y comienza a ponerse de moda un nuevo término: la web 2.0. En un principio nadie tenía muy claro de qué se trataba, pero al cabo de un tiempo resultó que hablábamos de Facebook, Twitter y alguna otra cosa por el estilo. Más o menos al mismo tiempo Apple se cansó de ser conocida sólo por sus PCs de diseño y lanzó su primer iPhone, dando el pistoletazo de salida para la revolución móvil, lo que a su vez trajo consigo el boom de WhatsApp y una nueva generación de usuarios cabizbajos que se ríen y gesticulan a cualquier hora y en cualquier lugar con sólo mirar la pantalla de su prótesis electrónica. Me ahorraré comentarios sobre los hipsters que cruzan, completamente ajenos al tráfico, los pasos de cebra bajo el peso de unos auriculares de audiófilo con cancelación de ruido ambiental.
Tiempos modernos
Saltamos al momento presente, y el resultado neto es que cada uno de nosotros se encuentra inmerso en un caótico universo virtual hecho a su medida: los blogs que retuitean o les gustan a tus “amigos” virtuales no son los mismos que leen tus compañeros de trabajo, o incluso tus familiares más cercanos. Tu timeline es tuyo y de nadie más; te lo has ido fabricando a base de follows, likes, contactos, o suscripciones a cientos de listas de correo. Ya no hay fronteras ni limitaciones a la información, pero tampoco un contexto común, una «película del sábado» de la que hablar. En la TV sólo la telebasura, el fútbol y con suerte, algunos informativos, llegan a audiencias millonarias. Puede que sea un caso atípico, pero en mi casa la TV sólo se utiliza para ver alguna serie grabada o vídeos de YouTube con la app de SmartTV, y eventualmente alguna retransmisión deportiva en directo. Vale, y el festival de Eurovisión.
Información ≠ conocimiento
Y lo peor es que todo ese torrente de información que recibimos está completamente desorganizado, sin un hilo conductor. Es un bombardeo de fragmentos del que es difícil sacar algún sentido. Hay ya varios estudios que sugieren que el uso masivo de las redes sociales y mensajería instantánea está modificando la estructura de nuestro cerebro, por un lado mejorando su función en la toma de decisiones simples y rápidas, pero deteriorando la capacidad de concentración y abstracción. Eso no suena bien. Puede que acabemos echando de menos a Yahoo, cuando su propósito era organizar la Internet, clasificando miles (todavía no eran millones) de webs según su temática, de forma muy parecida a una biblioteca.
¿Estamos en la nube?
Hace poco oí en unas jornadas TIC organizadas por BizkaiRed que lo virtual está reemplazando a lo real; que nuestra vida transcurre ya más «en la nube» que en la tierra. Y no le faltaba razón al ponente. Sin darnos cuenta, hemos migrado a un modelo de sociedad completamente diferente. Las nuevas tecnologías han modificado profundamente nuestra forma de comunicarnos, relacionarnos y hasta de pensar.
The Times They Are a-Changin’
No soy de ninguna forma un ludita, pero todo cambio de esta envergadura trae consigo muchas consecuencias, positivas y negativas, y es necesario detenerse un momento para evaluar el uso que hacemos de la tecnología. Puede que nos encontremos ante el mayor y más rápido cambio de paradigma social habido en la historia, muy por encima de la invención de la imprenta o la revolución industrial, y esta situación merece como mínimo que reflexionemos un poco sobre sus implicaciones y la mejor forma de utilizar las posibilidades que se abren ante nosotros.
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